Formación permanente

Las hermanas en esta etapa continúan con la formación humana, espiritual, doctrinal y práctica, para vivir plenamente la consagración hasta “Ser imagen perfecta de Jesucristo” (cfr. EEGG 191).

La formación de las hermanas es tarea de toda la vida; a través de ella se desarrolla de modo ininterrumpido los talentos propios, se fortalece la unión con Dios, se acrecienta la vivencia de los votos religiosos y crece en el testimonio evangélico, en consonancia con su proyecto personal de vida. Según la invitación de nuestro Padre San Francisco: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor nuestro Dios, porque bien poco es lo que hasta ahora hemos progresado” (cfr. CCGG 182).

El seguimiento de Jesucristo pobre y humilde en la espiritualidad franciscana y congregacional lleva a la hermana a comprometerse con la Iglesia y  a ponerse al servicio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo para reparar la viña del Señor mediante la oración, sacrificio y acción apostólica, dando auténtico testimonio de vida consagrada (cfr. CCGG 12; 98).